Oficios del ayer: los Peones Camineros

Tras muchos siglos en que España estuvo viviendo, a nivel de Obras Públicas, de la red de caminos pavimentados que habían dejado los romanos, la llegada del siglo XVIII y de los primeros reyes de la dinastía borbónica hizo que el Estado se empezara a involucrar otra vez en la mejora de las vías de comunicación. Se hacen nuevos caminos, como el que atraviesa la Sierra de Guadarrama en el Alto del León, y se mejoran los existentes, que habían estado muy descuidados.

En el reinado de Fernando VI se empieza a destacar personal de manera fija en las carreteras para su mantenimiento, aunque el auge de la edificación de casillas para los Peones Camineros viene ya en el siglo XIX. Los Peones, con las rudimentarias herramientas de la época, cuidaban de un tramo de carretera asignado a cada casilla, que inicialmente era de una legua (5572 metros), y posteriormente, con la introducción del Sistema Métrico Decimal, de longitudes variables, aunque se intentó, al menos sobre el papel, que hubiera un Peón por cada 3000 metros de recorrido. Estas cifras acabaron oscilando mucho, según la importancia de los recorridos o la climatología de las provincias atravesadas.

Había Peones Camineros a secas, y Capataces de Peones Camineros. El nombramiento de unos y otros lo hacían los Jefes de Obras Públicas de cada provincia, al menos en la Real Orden del 14 de febrero de 1881, aunque en otras ocasiones correspondía a los Gobernadores Civiles, precursores de los actuales Subdelegados del Gobierno en las provincias. De finales de la época de Isabel II, concretamente del 19 de enero 1867, es un Reglamento de los Peones Camineros que con algunas modificaciones se mantuvo durante mucho tiempo, y en el que se establecía que hubiera, junto con la proporción de un obrero por cada 3 kilómetros, un capataz por cada 15 o 20 kilómetros, que formara una cuadrilla con los otros peones de ese tramo.

Las Casillas solían ir decoradas con vistosos azulejos donde se indicaban las distancias a Madrid y a los pueblos más cercanos, azulejos que han sido útiles hasta la década de 1980, en la que los kilometrajes empezaron a variar al convertirse muchas de las carreteras tradicionales en autovías y variar las distancias al hacerse trazados diferentes por fuera de los cascos habitados de los pueblos. Era una profesión dura, y exigía una dedicación completa, lloviera, nevara o hiciera un sol sahariano, pero se aseguraba un nivel de cuidado de las vías públicas que incluso ahora se echa de menos en algunos lugares muy apartados. Los Peones Camineros trabajaban con azadas, palas, picos e instrumentos similares, y en algunos casos disponían de los llamados "cilindros", rudimentarias apisonadoras remolcadas por caballos o bueyes.

En las casillas podían vivir la mujer y los hijos de los peones. Estas mujeres estaban consideradas unas cocineras de primerísimo nivel, pues podían improvisar buenos manjares a partir de casi cualquier cosa que encontraran por el campo o cultivaran en los pequeños huertos anexos a las viviendas, exprimiendo como podían el sueldo de los maridos, que solía ser escaso.

Resumimos algunos artículos del reglamento de 1867:

    -3. Para ser Peón Caminero se admitía personal entre los 20 y los 40 años de edad.

    -4. Sabiendo leer y escribir, y si se era una persona cuidadosa y no problemática, se podía ascender a capataz en dos años.

    -7 y 8. Un ingeniero podía nombrar peones auxiliares con gente de los pueblos cercanos, para reforzar la plantilla en caso de obras extraordinarias.

     -12 y 23. Los peones desempeñaban funciones de vigilancia e iban armados con carabina o fusil recortado para complementar a la Guardia Civil. Avisaban a esta o a los alcaldes si había indicio del paso de delincuentes por los caminos, y también estaban pendientes del estado de las líneas del Telégrafo, que en muchos casos iban paralelas al trazado.

    -27. Los peones debían recorrer cada 2 días todo su trozo de carretera asignado.

En 1892, los Capataces y Peones de la provincia de Madrid formaron una sociedad de socorro, a modo de pequeña compañía de seguros, para auxiliar a las familias de los que fallecieran, con 2 pesetas por asociado. Esta sociedad existió por lo menos hasta 1913.

Con la segunda mitad del siglo XX llegó el declive de los Peones Camineros. La llegada de maquinaria motorizada, como excavadoras y camiones, permitió que se abandonara el mantenimiento basado en trozos tan pequeños de carretera, en favor de los Centros de Conservación o Parques de Maquinaria, que abarcan secciones de varias decenas de kilómetros. Según se fueron jubilando los peones, las casillas quedaron sin uso. Algunas fueron vendidas o alquiladas a particulares, otras permanecen como almacenes o en ruinas y otras se derribaron al no encontrárseles utilidad alguna en los tiempos posteriores.

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Autor del artículo

Juan Pedro Esteve García

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