Un clásico madrileño: El mercadillo filatélico de la Plaza Mayor

La falta de un determinado sello y la abundancia de repetidos que todo coleccionista padece obligaron a los filatélicos de antaño a organizar reuniones de intercambio con otros aficionados. Aquellos pioneros de los corrillos filatélicos madrileños comenzaron a reunirse en la Plaza de España los domingos por la mañana. La iniciativa tuvo éxito y,  poco a poco, llegó a reunirse un aceptable número de concurrentes. Sin embargo, aquel primitivo lugar de cita tenía un serio problema: se aproximaba el invierno, con su viento y su lluvia, declarados enemigos del frágil sello de correos. Como la plaza de España de entonces carecía de lugares en los que cobijarse en esos días, hubo que buscar de un nuevo sitio en el que quedar las mañanas de los domingos. Y entonces alguien tuvo la idea: ¿Por qué no reunirse en la Plaza Mayor, cuyos viejos soportales ofrecerían el resguardo necesario en los fríos días del invierno madrileño?

Era el año 1927. Había nacido el mercadillo filatélico que hoy conocemos.

Sin embargo, el sol veraniego de Madrid también invitaba a permanecer al aire libre, lo que hizo que aquellos primeros coleccionistas de la Plaza Mayor saliesen de los soportales y se juntaran alrededor de la estatua de Felipe III, entonces rodeada por un agradable jardincillo.

El tiempo pasaba y el corrillo de la Plaza Mayor se había convertido ya en algo insustituible. Los coleccionistas se agolpaban entre los soportales domingo tras domingo, saliendo de allí más de una amistad…  y alguna bronca que otra.

El inicio de la Guerra Civil no afecto al ya tradicional corrillo, situación que cambió radicalmente al convertirse el viejo recinto en blanco habitual de bombas y obuses, lo que hizo que los comerciantes y coleccionistas abandonaran el lugar, trasladándose a la plaza de Roma, hoy dedicada a Manuel Becerra, lugar  de ecos luctuosos al ser el punto en el que se despedían los duelos de los entierros en el cercano cementerio de La Almudena. Dadas las circunstancias por las que pasaba el país, alguien aconsejó buscar una nueva sede algo más alegre, encontrándose esta en la calle de Torrijos. 

Tras el fin del conflicto, los soportales de la Plaza Mayor volvieron a conocer el trasiego filatélico de antaño, pero poco duró la alegría. El abrigo de los pórticos sirvió de refugio a pícaros, timadores y vagabundos, lo que hizo que muchos se lo pensasen dos veces antes de acudir allí.

A finales de octubre de 1959, el  Sindicato de Papel, Prensa y Artes Gráficas “legaliza” el mercadillo, debiéndose solicitar a partir de entonces un permiso al Ayuntamiento para instalar un puesto en la Plaza Mayor.

Dos años más tarde llegamos a un momento clave. 1961 es el año del  IV centenario de la Capitalidad de Madrid, motivo por el cual se realiza una profunda y polémica remodelación de la plaza, en la que adquiere el aspecto con el que hoy la conocemos. Aparte de la polémica decisión de sustituir el ladrillo de los tejados por pizarra, lo que motivó quejas entre los vecinos, se arrancó el jardín que ocupaba la plaza y se dejó un amplio espacio abierto en que, ese mismo año, se inauguraba la Feria Nacional del Sello, lo que hizo que el número de coleccionistas aumentara, dándose cita las mañanas dominicales todo tipo de aficionados a los sellos de correo, desde desconocidos y anónimos ciudadanos hasta figura de cierta notoriedad, incluidos militares de alta graduación, que trataban, en ocasiones, de pasar desapercibidas.

En 1977, el mercadillo celebraba su primer medio siglo de vida como tal, en la Plaza Mayor,  siendo homenajeado en la Feria Nacional del Sello de aquel año. El acontecimiento se celebró emitiendo un sello de correos conmemorativo del aniversario, en el que se ve un rincón del lugar. Lástima  que el diseño, como veremos a continuación, no incluyese alguno de los puestos dominicales.

El 23 de enero de ese mismo año se puso en vigor una nueva normativa que, mediante una serie de normas, pretendió regularizar el mercadillo y acabar con el “desorden” que hasta entonces había. Estas normas, ordenadas por el entonces jefe de la Junta Municipal del distrito Centro, Roberto Reyes, fueron las siguientes:

·         El mercado de cada persona se hará con una sola mesa de modelo unificado, detrás de cada columna y en el interior de los soportales, salvo las columnas de cualquier lugar en el que se obstruya el acceso al interior de los edificios. Las mesas se colocarán dando la cara a las fachadas.

·         En la adjudicación de las mesas tendrán prioridad los miembros del Grupo Nacional de Comerciantes de Filatelia y los comerciantes acreditados de Filatelia o Numismática.

·         Sólo se autorizará la venta o cambio de sellos y monedas.

·         El Grupo Nacional de Comerciantes de filatelia se encargará del diseño y confección del modelo de las mesas.

·         El mantenimiento de utilización de las mesas no podrá ser objeto de traspaso y los compradores, a los que no se les exige tasa alguna, no podrán realizar sus actividades estacionándose en los soportales. 

Entre medias, los viejos coleccionistas han dejado su lugar a otros, y los comerciantes de siempre han dado paso a otros, lo que asegura la supervivencia de este tradicional mercadillo, que avanza con paso firme hacia sus primeros cien años de existencia.

 

Fuentes consultadas

 
  • AMADO, Mabel. Los “chalaos” de los sellos. Diario ABC. Núm. 32.372 sábado 3 de enero de 2004. Pág. 37.
  • CÓRDOBA, Santiago. El mercado madrileño del sello. Diario ABC. Núm. 16.732, miércoles 28 de octubre de 1959. Págs. 31-33.
  • FERNÁNDEZ  “STAMP”, Mateo. Los filatélicos madrileños realizan sus transacciones todos los domingos en la plaza Mayor. Diario ABC. Núm. 9.348, viernes 28 de abril de 1933. Pág. 6.
  • FERRAGUT, Juan. El bolsín, al aire libre, de los coleccionistas de sellos. Revista Mundo Gráfico. Núm. 1346, miércoles, 18 de agosto de 1937. Pág. 8
  • Tertulias y conferencias de la Sociedad Filatélica de Madrid (SOFIMA)

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Autor del artículo

Mario Sánchez Cachero

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