De arrabal a barrio: Los orígenes de La Prosperidad.
A mediados del siglo XIX, Madrid sufrió un aumento demográfico que sobrepasó las capacidades que tenía entonces al villa, todavía ceñida por la vieja tapia fiscal construida en 1625. Era evidente que la ciudad debía crecer y, en 1859, el ingeniero Carlos María de Castro presenta su “Anteproyecto para el Ensanche de Madrid”, en el que se contemplaba la expansión urbanística de Madrid, así como el derribo de la cerca. El proyecto supuso una gran oportunidad para conseguir una vivienda para aquellos que, por la causa que fuera, no conseguían encontrarla dentro los límites de la villa, pero pronto comenzaron los problemas. por un lado estaban las férreas normativas municipales, que regularon de manera clara las obras de construcción. Por otra parte, los propietarios y los promotores querían beneficios seguros, lo que produjo una clara actividad especulativa que acarreó un espectacular aumento del valor del suelo. Por lo tanto, las clases sociales más modestas se vieron incapaces de afrontar los gastos y las plusvalías que les originaría vivir en el Ensanche.
La solución estuvo en el extrarradio, el espacio restante entre el Madrid urbanizado y el límite de su término municipal. Uno de estos lugares era el camino de Hortaleza, a cuyos lados se extendían pequeñas huertas y campos de trigo de “pan llevar”[1], próximos al débil cauce del arroyo del Abroñigal[2], cerca de cuyo exiguo cauce se extendían tierras y parcelas propiedad de miembros de la aristocracia como Diego de Colmenares, conde de Polentinos, quien tuvo su finca entre las actuales calles de Marcenado, Sánchez Pacheco y Benigno Soto. Al norte de esta última estaban los llamados terrenos de Pradillo, en los que se abrió la calle del mismo nombre, así como las de San Ernesto, en la que se encontraba una pequeña finca conocida como Villa Rosa, Marcenado y las desaparecidas de Petra García y de Quintanar, probablemente nombres de propietarios de aquellas tierras. Más alejado, junto al cauce del antiguo arroyo, estaban las huertas y los melonares del Conde de Villapadierna, en los terrenos en que posteriormente se elevaría la desaparecida Colonia Ibarrondo.
Era este el final de Madrid. Cruzado el arroyo se entraba en el término municipal de Canillas, en cuya “frontera” se abría el conocido Ventorro del Chaleco, un afamado lugar, parada habitual de la zona, en la que entremezcla la realidad con historias y leyendas, algunas con Luis Candelas como actor principal.
Por estos parajes tuvo Luis Méndez un terreno de cinco hectáreas de extensión que, tras su fallecimiento, puso en venta su viuda, Juliana Juiz y Vega. La finca la compra en noviembre de 1862 un potentado parisino llamado Próspero Soynard, quien la trocea en pequeñas parcelas y la pone a la venta a continuación. No tardó en encontrar un primer vendedor, un inteligente tramoyista de teatro y carpintero de escasos recursos llamado Gregorio Mayorga quien, haciendo grandes sacrificios, logró comprar su pequeña finca y construir en ella una humilde casita[3].
No se tardó en imitar el ejemplo de Próspero Soynard y, casi al mismo tiempo, José Subiela, un hombre de negocios que, por avatares políticos y personales, se vio obligado a aceptar un trabajo de apuntador de teatros, adquirió, parceló y vendió un pequeño terreno, comprado por Anselmo González. Tras él, modestos albañiles, jornaleros y traperos, gastaron su esfuerzo y sus exiguos recursos en comprar un terrenito en el que construir una modesta casita que le sirviera de vivienda.
Poco a poco, se iba dando forma a un nuevo barrio de Madrid, que pronto sería conocido con el sonoro y prometedor nombre de La Prosperidad, aunque esta denominación, en realidad, no es más que una deformación del nombre de pila de Próspero Soynard, sin aludir en ningún momento a la bonanza o a la fortuna que pareció esquivar siempre las calles del arrabal recientemente formado.
Mientras, continuaba la venta de terrenos. En 1868, Miguel Rocasolano Pérez[4] compra una parcela de 600m2, en la que construye tres viviendas adosadas, habitando una de ellas y alquilando las dos restantes. Posteriormente, entre 1895 y 1898, su hija Fidela ocuparía una de las dos casitas arrendadas. Su otro hijo, también llamado Miguel, albañil de profesión, sería después el propietario de un almacén de materiales de construcción en la calle de Luis Cabrera. Ese mismo año, Felipa Fos compra unos terrenos en torno a la actual calle de Antonio Zapata en el que, durante el resto del siglo XX, construiría su hijo, Zacarías Agut, diversas casitas y corrales.
El crecimiento de La Prosperidad en aquellos primeros años fue desorganizado, sin planes urbanísticos, lo que todavía puede verse en el plano actual del barrio, en el que algunas manzanas parecen delatar los límites del terreno original que dio paso a las parcelas posteriores. Esta situación fue denunciada por el cronista Ángel Fernández de los Ríos, quien describe La Prosperidad de la manera siguiente:
“Está situado en el camino de Hortaleza; en 1868 sólo tenía 19 casas, que en estos últimos años se han multiplicado, bien que en medio del más deplorable desorden de rasantes y alineaciones[5].
En aquellos primeros años, aunque la situación se extendió hasta las primeras décadas del siglo XX, el barrio era un conjunto de calles de tierra, que en épocas de lluvia se convertían en barrizales y en los días calurosos en polvorientas calles, no muy alejadas de las de cualquier pueblo del Oeste americano. La carretera de Hortaleza, que por entonces ya había mudado su nombre al de calle de López de Hoyos, era atravesada por los carros de basura que llevaban a los vertederos cercanos al Abroñigal, dejando detrás de sí restos de su carga y el olor que de ella emanaba.
Durante la década de 1860, las licencias de construcción las aprobaba la Comisión del Ensanche, sin denegar ninguna. Todas llevaban una coletilla, firmada por el propio Carlos María de Castro, que decía lo siguiente: “hallándose la barriada de que se hace mérito a muy larga distancia de la línea de cerramiento, no se ve inconveniente en que se acceda a lo solicitado”[6]. El desinterés era más que evidente.
Para reforzar este abandono, el Ayuntamiento, pese a continuar aprobando licencias de construcción, reitera que “La Villa no se compromete en establecer empedrado, alcantarillado, alumbrado y ningún otro servicio público en la localidad de que se trata”[7]. Posteriormente, se incluiría otra frase, en la que el consistorio parece querer justificar su falta de interés con los barrios del extrarradio: “esta concesión no da derecho de ningún género para el día que las reformas de la población hicieran necesario un estudio de alineaciones y rasantes en aquella zona”[8]. Las razones del consistorio fueron que lo arrabales, tanto La Prosperidad como los demás, eran barriadas surgidas fuera del ensanche de la ciudad sin alineaciones ni rasantes, sujetas a la voluntad de sus residentes.
En 1898, La Prosperidad es añadida al distrito de Buenavista, al que perteneció hasta la discutible y polémica reorganización municipal de 1955, año en que pasa a pertenecer a Chamartín, una vez integrado este antiguo campo en el municipio madrileño.
¿Cómo era el primitivo barrio de Prosperidad? La respuesta es obvia: muy diferente del que hoy conocemos. En los primeros años de existencia del nuevo arrabal, las casitas que se construían eran pequeñas, de una sola planta, generalmente levantadas por el mismo comprador del terreno, habitualmente jornaleros, albañiles o artesanos. La fachada se alineaba con la calle y disponían de un patio trasero usado como huerta o corral. No queda en pie ningún edificio original de este tipo, aunque si se conservan algunas construcciones de esta tipología, levantadas posteriormente. Es el caso de las casitas que podemos ver en las calles de Daganzo o de Matilde Díez, ésta última en un evidente estado de ruina.
Pronto se comenzaron a construir edificios de dos pisos, aun pequeños y modestos y en una proporción muy reducida respecto a las anteriores. Una de las primeras fue construida en la calle del Cardenal Silíceo, en 1870, por un carpintero llamado Carlos Aceituno, propietario, asimismo, de una pequeña parcela en la calle de López de Hoyos.
Otro tipo de vivienda que se construyó en la barriada fue la casa de corredor, la popular corrala, muy habitual en el Madrid de los siglos XVIII y XIX, en la que las viviendas, normalmente pequeñas y oscuras, se articulan en torno a un patio central. Nos quedan varios ejemplos de este tipo de vivienda, siendo el más significativo el existente en la calle de López de Hoyos, construida hacia 1883 en una sola planta y ampliada posteriormente, a la que se accede a través de un amplio portalón. Otras corralas de esa época se pueden ver en las calles de Luis Vives, Santa Hortensia o Malcampo, donde sobrevive una pequeña corrala de una sola planta, articulada en torno a un patio central, al que se accede desde el portal de la calle.
También fue habitual la construcción de los llamados hoteles, que eran casas unifamiliares, de dos o tres pisos, con jardín. Aunque hubo edificios de este tipo utilizados como vivienda habitual, lo más habitual fue su uso como casa de temporada, aprovechando la suavidad del clima de La Prosperidad respecto al resto de Madrid. Por ello, muchos quedaron abandonados tras la muerte de sus propietarios, o vendido por sus herederos, lo que ha provocado la desaparición de casi todos los que había construidos. Un ejemplo de este tipo de edificación se encuentra en la calle de Vinaroz.
Posteriormente, se levantaron casas de mayor relevancia, todavía sin superar los dos pisos de altura, que, ya entrado el siglo XX, recibirían cierta estética neomudéjar, cercana al peculiar modernismo madrileño. Este es el caso, por citar un ejemplo de los varios que sobreviven en la actualidad, el edificio levantado en la esquina de López de Hoyos con Juan Bautista de Toledo, con una adornada fachada de ladrillo visto y forjas de atractivo diseño. Parecido es el edificio de la misma calle, con esquina a la de Zabaleta, cuyo revoco posterior ha ocultado la fachada de ladrillo, quedando a la vista solamente las decoraciones de los balcones. Afortunadamente, se conservan en pie varios ejemplos de este estilo arquitectónico, como pueden los ejemplos de las calles de Cartagena o de Pérez Ayuso.
La “calle mayor” del barrio era la carretera de Hortaleza, que pronto mudó su nombre por el de López de Hoyos, alrededor de la cual se crean los edificios y los espacios ocupados, tanto viviendas como negocios, siendo un gran número de ellos alfares y tejares. Entre ellos, podríamos citar el alfar de Antonio Soleto, en la desaparecida calle de Tudela [9] o el de Marcelino, aproximadamente en los terrenos de la ya desaparecida fábrica Danone, al lado del Corral de Moya. Más allá, en terrenos no urbanizados y alejados del núcleo original del barrio existieron los alfares de Sebastián García y de los Nieto, entre las actuales calles de Corazón de María y del Padre Claret.
En la misma calle de López de Hoyos se abrieron diversos negocios, como la Venta de los Tejares, en la esquina con la calle de Cartagena. A lo largo de esta vía fueron frecuentes las vaquerías quedando en pie, como testimonio de aquellas que han desaparecido, la pequeña casita de ladrillo de la antigua Granja Castilla. Este edificio es el único resto de importancia de la antigua Colonia Ibarrondo, de la que solo nos queda el entramado de sus calles, cuyos nombres (Martín Machío, Doña Carlota, Francisco Vivancos, Julio López, etc.) recuerdan a los habitantes de las primeras casitas de la colonia, quienes tuvieron el privilegio de nombrar la nueva vía en que construyeron sus modestas viviendas.
Los servicios sociales se basaban en un puesto de la Guardia Civil y un Casa de Socorro, sucursal de la existente en La Guindalera. En cuanto a la iglesia, existió una capilla dedicada a la Virgen del Carmen, patrona del barrio, que pronto dejó su espacio a la parroquia del Pilar, construida en 1891 en la calle de Cartagena, muy cerca del citado barrio de La Guindalera. Este templo, incendiado durante la Guerra Civil, fue demolido posteriormente, quedando como “catedral” de La Prosperidad la iglesia del Sagrado Corazón, construida en la década de 1920.
El clima de La Prosperidad, más agradable que en el resto del municipio madrileño, y la tranquilidad de la zona, hizo que gentes de recursos se asentara en la zona. Así lo hizo el Conde de San Luis, propietario de una amplia finca, la Casa de la Viña, en la que construyó una modesta casita de recreo de aires suizos, en la que se decía se tramaron conspiraciones republicanas. El terreno se extendía en el solar que ocupan actualmente el colegio del Corazón Inmaculado, los jardines de Joaquín Masmitjá y la calle de Josep Pla, junto al antiguo Asilo de las Hermanitas de los Pobres, un magno edificio de ladrillo visto, erigido en 1888 mediante limosnas y subscripción popular. Actualmente, el asilo está ocupado por una residencia de ancianos.
También tuvieron sus hoteles los autores José López Silva y Mariano Pina Dominguez, así como algunos artistas y cantantes de la época.
Enfrente de esta amplia parcela, esquina con la actual calle de Quintiliano, entonces de Leones, se edificó el llamado “Hotel del Boticario”, construido por un farmacéutico madrileño y destinado a ser regalado a su esposa, pero la muerte de esta malogró el regalo y el edificio quedó inhabitado durante años. Posteriormente, tal vez una vez fallecido el desilusionado marido, fue adquirido por una familia y bautizado como Villa Dolores. <
El lugar de recreo y de diversión en aquella época era el llamado Nuevo Parque, inaugurado el 21 de julio de 1894. Ubicado junto a las cocheras del tranvía, entre las actuales calles de Nierenberg, de Pantoja y de Pradillo, De titularidad privada, sus promotores fueron Juan Hernández y Jesús Avilés, el acceso al mismo costaba 1 real, siendo gratuita la entrada a los niños. Su extensión era de, aproximadamente, cuatro hectáreas, instalándose en su interior numerosos merenderos, un restaurante y atracciones variadas, entre ellas un teatro de guiñol, columpios, un tiovivo y un quiosco de música. Tras desaparecer, su terreno fue urbanizado, abriéndose en él la calle de Javier Ferrero y la prolongación de Sánchez Pacheco. En el límite del barrio, en lo que actualmente son las calles de Gabriel Lobo, Francisco Campos y Antonio Pérez, se extendió el pequeño Barrio del Carmen, entre López de Hoyos, la Ronda del Ensanche (actual calle de Joaquín Costa) y el desaparecido Camino del Mosquito[10].
Las calles se fueron nombrando de manera natural, quizás espontánea y por designación particular, bautizando las nuevas vías con los nombres de sus primeros propietarios, como es el caso de las calles de Mayorga (actual de Luis Cabrera), o de Subiela, más tarde renombrada como calle de Marcenado. Hubo una calle de Garibaldi, desconociéndose si se debe al famoso militar italiano a algún pionero del barrio apodado de esa manera. Otras, como las calles de Benigno Soto o de José María Gurich, esta última ubicada en los terrenos de Pradillo y absorbida posteriormente por la prolongación de la calle de Mantuano, honran a próceres y benefactores del barrio. Otras, como las calles de Cervantes, Leones, San Lorenzo o Viriato, mudaron su nombre a Luis Vives, Quintiliano, Suero de Quiñones y Pérez Herrera, por duplicidades con otras vías públicas madrileñas[11]. Otros casos parecidos fueron las calle de Zabaleta, antes de Zurbano, o la de Juan Bautista de Toledo, anteriormente conocida como calle de Rodríguez. Existe un caso muy curioso que el de la calle de Canillas, rotulada en un plano de 1896 como calle de Cabanillas. ¿Error tipográfico? ¿Existió un propietario con ese apellido?
Uno de los factores que caracterizó al barrio de La Prosperidad en aquellas primeras décadas fue la humildad y la pobreza de sus habitantes, lo que apareció reflejado en varias obras, como “La Busca”, de Pio Baroja, o la zarzuela “La Gran Vía” donde aparece representado en el personaje de un menesteroso que entra en escena pidiendo una limosna en forma de las necesidades básicas que tenía el barrio en aquellos años: transporte, bocas de riego, agua corriente, luz, etc.
El suministro de agua al nuevo arrabal de La Prosperidad fue un auténtico problema durante buena parte de su primer cuarto de siglo de vida, sin abastecimiento por parte del Canal de Isabel II y con la necesidad de sacar el agua de pozos, con la falta de salubridad de ello conlleva. Ni siquiera la Acequia del Este, el popular Canalillo[12], ayudaba a mejorar las cosas al carecer el barrio de una máquina elevadora que pudiera llevar el agua hasta las calles.
Esta situación cambió el 13 de enero de 1890, fecha en que se comenzaron las obras que traerían el suministro del Canal de Isabel II, lo que se celebró con una gran fiesta promovida por uno de los mayores benefactores del barrio en aquellos años: Benigno Soto. Propietario de una cordelería y pasamanería en el barrio, mantuvo una fuerte actividad en beneficio del arrabal y de sus vecinos, organizando fiestas y comidas a beneficio de pobres y enfermos. Soto tuvo su domicilio en el antiguo número 9 de la calle de Luis Cabrera.
Benigno Soto, gallego de nacimiento, era propietario de una fábrica de cordonería y pasamanería, inaugurada el 25 de noviembre de 1889 con una multitudinaria fiesta organizada por su dueño. Tras su muerte, el 16 de septiembre de 1892, se le dedicaría una de las calles del barrio, a petición de los vecinos, en los llamados terrenos de Pradillo, al norte de la finca del conde de Polentinos, en una zona sin urbanizar y casi sin construcciones de ninguna clase. Posteriormente, la calle creció hasta alcanzar la calle de Marcenado y el desaparecido Camino del Mosquito Posteriores reformas urbanísticas, sin embargo, redujeron la longitud de la calle a su reducida e injusta extensión actual.
Junto a Soto, otro de los principales benefactores de La Prosperidad fue Jesús Avilés y Santamaría, propietario de la concesión del tranvía que unía el barrio de Salamanca con La Guindalera y Prosperidad, a quien se debe, también, una febril actividad a favor de los pobres del barrio. Avilés era también vecino del barrio, con domicilio en un hotelito de la calle de Luis Cabrera y, como vimos anteriormente, fue uno de los promotores del Nuevo Parque de Prosperidad. Este tranvía llegaba desde Diego de León, entrando a La Prosperidad por la calle de Cartagena, donde tenía varias paradas hasta López de Hoyos. Tuvo sus cocheras en la esquina de esta calle con la de Nierenberg. Este edificio era conocido como “el cocherón”.
Otro de los benefactores del barrio fue el marqués de Sierra-Bullones, Juan de Zabala y Guzmán (1844-1910), hijo del General Zabala, cuyo nombre lleva una de las calles de La Prosperidad, cuya participación en fiestas benéficas y en donaciones a los pobres fue muy activa. El marqués, a quien debería dedicarse la calle y no a su ilustre progenitor, estaba casado con Carolina Santamarca y Donato, Condesa de Santamarca, promotor del edificio que alberga actualmente al colegio del mismo nombre, en una zona que, por aquellos años, se conocía como Las Cuarenta Fanegas[13].
Sin embargo, pese a todas las penurias, la población de La Prosperidad era alegre y amiga de fiestas y celebraciones, siendo la principal la Virgen del Carmen, a finales del mes de julio, en la que se celebraban procesiones y verbenas, organizándose comidas para los pobres del barrio, que eran la mayoría. Las calles se adornaban con farolillos de colores e iluminaciones, especialmente López de Hoyos, lugar en el que, hasta la construcción del Nuevo Parque, discurría la mayor parte de los festejos organizados. A estas fiestas, muy populares y conocidas, acudía gente de casi todo Madrid. La posterior incorporación de Prosperidad al distrito de Chamartín, tras la anexión a Madrid de dicho municipio, vino a significar la desaparición de estas fiestas, sustituidas por las de San Miguel, tradicional patrón chamartinero.
Mucho ha cambiado Prosperidad en estos ciento cincuenta años, pasando de ser un humilde arrabal dejado de la mano del Ayuntamiento para convertirse en un barrio de pleno derecho, totalmente integrado en el tejido urbano madrileño y dotado de todo tipo de servicios.
¿Cómo será dentro de otros ciento cincuenta? Los que vivan aquel momento lo sabrán.
FUENTES CONSULTADAS.
- Carballo Barral, Borja. “Los orígenes del Moderno Madrid: El Ensanche Este (1860-1878)”. Tesis Diploma de Estudios Avanzados. Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2007.
- Corral, José del. “Casas madrileñas desaparecidas. Misterios, amores e intrigas”. Biblioteca de Madrid. Editorial Sílex. Madrid, 2004.
- Chueca Goitia, Fernando. “Madrid, pieza clave de España”, Real Academia de la Historia. Madrid, 1999.
- Martínez Bara, José Antonio y García Martín, Antonio. “Ciudad-Jardín-Prosperidad”. “Madrid”, Tomo III, Págs. 1041-1060.
- Muro, Rómulo. “Barrios de Madrid: La Prosperidad”. Diario “ABC”, núm. 560, 26 de julio de 1906. Págs. 7-8.
- Répide, Pedro de. “Las calles de Madrid”. Ediciones La Librería. Madrid, 2007.
- Tomé Fernández, Sergio. “Vivienda y clase: la Prosperidad, el suburbio histórico en el Madrid actual”. “Scripta Nova”. Revista Electrónica de Geografía y Ciencas Sociales. Núm. 146 (073), 1 de agosto de 2003
- Vargas. “Madrid ante el cólera: La Prosperidad”. Diario “El Liberal”, nº 2255. Jueves, 6 de agosto de 1885
- Worms, Charlotte. “La urbanización espontánea del extrarradio de Madrid: una respuesta espontánea al problema de la vivienda. El caso de La Prosperidad (1860-1930)”. “Scripta Nova”. Revista electrónica de Geografía y Ciencia Sociales. Núm. 146 (013), 1 de agosto de 2003.
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Comentarios
Me parece interesante el articulo. Eso sí, echo en falta las notas correspondientes a los numeritos. Y alguna cosa sin determinar bien, por ejemplo lo del campo de Chamartín. Chamartín de la Rosa fue un municipio independiente de Madrid hasta finales de los años 40, del siglo pasado. Me interesaría saber lo que sepas de Juliana Juiz, o de donde lo has sacado.
Enhorabuena por el articulo.
Noooo ... no te guardes los comentarios de la Prospe! Vivo en Padre Jesus Ordoñez desde que nací (cerca del actual YAMATE japonés), hace ya 28 años. Sé perfectamente de que chalés hablas, que me encantan y ojalá nadie nunca los venda a promotoras. Orgulloso de mi barrio, un barrio sin piernas pero que camina.
Muchas gracias, Isabel. Ha sido mucho trabajo, pero el resultado es muy gratificante.
Qué artículo más genial, me ha encantado y me ha hecho añorar mi anterior vida en la Prospe y que abandoné a partir del año 2000. La familia de mi padre es de ese barrio desde hace dos generaciones y, el chalé (como lo llamaban mis abuelos y tíos) que tuvieron en Luis Cabrera esquina a Padre Jesús Ordóñez, se lo compró una inmobiliaria a cambio de dos pisos en la calle Cartagena esquina a Luis Cabrera.
Y ya que he mencionado al Padre Jesús Ordóñez, fue profesor de logopedia, para los niños que tenía problemas en el habla. Yo tengo la fotografía del chalecito de una planta, al cual yo saltaba desde la terraza de la casa de mis abuelos. Lástima de no tener foto del chalé de mis abuelos, pero era idéntico al que hay en Canillas esquina a Padre Jesús Ordóñez, solo que de una planta.
Mi tía me contaba cosas curiosas de la Prospe que, para no abusar de este espacio, me guardo :)
Gracias por este magnífico artículo, Mario. Sigue así.
Un beso
Mayrit
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