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Sonia Martínez, la sonrisa de los 80 para niños y grandes
Desde el Pirulí de la M-30 se divisa un país lleno de ilusiones de cambio. Da sus últimos coletazos el “Alcázar”, diario nostálgico de los patrioterismos trompeteros. Extinguido está ya el “Triunfo”, semanario de los intelectuales que habían traído los nuevos aires. Acrobáticos cambios de chaqueta de un ámbito a otro, y mientras, la gente opta por una tercera vía, la de pasarlo lo mejor posible bailando con los Ultravox, y riendo con los nuevos humoristas. Romeu y los pinceles de “El Jueves” rivalizan con los históricos Mingote y Forges.
Dos cadenas bastan para la televisión de Madrid y de la mayor parte de España. Como son solo dos, la TVE-1 y la TVE-2, encadenan muy poco a la gente, y ni siquiera emiten todas las horas del día. La transición de los transmisores de VHF -situados en un pico de Navacerrada- a los de UHF -situados en el nuevo Pirulí- hace que la gente suba a las azoteas a reorientar las antenas, que todavía no son “colectivas” sino individuales, una para cada vecino. Al poco tiempo se acabará lo de ir a la azotea a tomar el sol, con las “colectivas” se gana en estética al desaparecer los bosques de antenas, pero se pierde cierto esparcimiento que el urbanita podía gozar sin salir del bloque de pisos.
La Televisión: reina absoluta de las comunicaciones. Internet ya existe, pero solo lo usan los militares de tres estrellas para arriba y algunas universidades de élite. Los franceses andan probando una cosa llamada Minitel, que será una aproximación para ir metiendo ordenadores en la casa de cada cual, que se puedan comunicar de casa a casa, pero eso solo tendrá cierta difusión en la Galia. Aquí la “Tele” tiene reinado absoluto para muchos años, y es reverenciada cual deidad. “Lo ha dicho la Tele” dicen entonces las ancianitas para asegurar que una noticia es fiable al cien por cien, como dirán mucho después sus nietos cuando lo han visto “en Internet”.
Televisión Española. El Prado del Rey, o Prado del Llorar, como lo llaman algunos queriendo forzar un poco el juego de palabras. Cierto es que hay espacios como “Estrenos TV” plagados de telefilmes infumables. Cierto es que el Ente defectos tiene, que es uno de tantos mastodontes estatales devoradores de millones de pesetas, como señalan sus críticos. Cierto es que obedece, cual ejército de las ondas, a los políticos que en cada momento han dirigido la nación desde su fundación en 1957 hasta esos vertiginosos años 80, ejerciendo un monopolio audiovisual. Pero también tiene sus ventajas. Allí está “Estudio 1”, la mejor vacuna contra la supuesta crisis del teatro. Al no haber todavía batallas de audiencia contra otras televisiones, puede haber espacio para programas donde prime la calidad frente al sumar espectadores a lo loco al precio que sea. Televisión Española. La de principios y mediados de los 80. Probablemente la mejor que ha habido. Ya se ha superado la etapa de las películas del Far West importadas al tun tún y dobladas en Puerto Rico. Y todavía no se ha caído en la banalidad de los años 90. El “Un, Dos, Tres, responda otra vez” de Chicho Ibáñez Serrador todavía tiene gracia y no se ha quemado de tanto forzar la máquina. Llegan a su cúlmen, y empezamos a entrar en materia, los programas dirigidos a la chiquillería. Habrá unos pocos años de aire fresco donde se dejará de tratar a los niños y jóvenes como si fueran discapacitados intelectuales (Miliki), hasta que las aguas vuelvan a su cauce habitual y vuelvan a tratar a los niños y jóvenes como si fueran discapacitados intelectuales (Leticia Sabater). En ese bendito intervalo que comprende más o menos desde 1984 hasta 1988 encontramos tres programas de TVE que despertaron en muchas pequeñas mentes más ideas de las que pudieran hacer brotar los ocho cursos enteros de la EGB, la “General Básico-Sádica” que decía Forges. Uno de ellos es “La Bola de Cristal”, verdadera escuela de pensamiento crítico para niños, y puerta de acceso a la actualidad del pop-rock para los un poco más mayorcitos. No nos extenderemos mucho con ese programa, pues ya se ha dicho de él casi todo en infinidad de libros, prensa, webs e incluso algún artículo a aparecer dentro de no mucho en esta Gatera electrónica.
El segundo programa era “El Planeta Imaginario”, experimento teatral que al contrario que el anterior no se filmaba en Madrid, sino en Barcelona, y al frente del cual se hallaban, dándole toques entre lo dadá y lo futurista, Miquel Obiols y Teresa Soler.
El tercer programa, como el primero, se filmaba en Madrid, y no tenía como aquel y el segundo vocación de transgresor cultural ni de innovador de costumbres. Simplemente se propuso hacer una divulgación científica accesible a los niños, precisamente en una época en la que llegaban hitos tecnológicos como la lanzadera espacial “Columbia” o los primeros microordenadores domésticos del tipo del ZX Spectrum, fenómenos que en los sosos manuales de la EGB muchas veces ni se les citaban, pero que iban a cambiar sus vidas cotidianas mucho más que los afluentes del Tajo por la margen derecha, las tablas de multiplicar o los diptongos. El tercer programa se llamaba “3, 2, 1.. ¡Contacto!” y era la versión española de un programa norteamericano. Como ocurría con “Barrio Sésamo”, se alternaban contenidos filmados en América con otros creados en Prado del Rey.
Entre los contenidos americanos nos trajeron aventuras de unos chavales metidos a detectives, al estilo de “los Cinco” británicos, pero también noticias de tecnologías informáticas que se estaban probando al otro lado del charco, como fue un experimento conceptual de ordenador que almacenaba en su memoria el callejero de una ciudad, y en el que seleccionando menús en la pantalla el usuario podía obtener imágenes de cada edificio. Todavía faltaba mucho para el Google Earth, pero los primeros pasos ya estaban dados.
Los contenidos españoles eran también muy variados, e iban desde la zoología -en dosis pequeñitas, luego en los 90 se pasó a que de cada diez documentales doce fueran de animales- a visitas a estaciones de seguimiento de satélites. Durante un tiempo pasó por el programa el inefable José Luis Moreno con sus muñecos Rockefeller y Macario (como pasaba con Ibáñez Serrador, todavía no se había pasado de revoluciones) haciendo gracias sobre el Columbia “la avioneta esa de los americanos”, en palabras del muñeco, y en verdad hay que decir que para hacer un programa tan alejado de su hábitat habitual, no lo hizo mal. Sin embargo, el núcleo de presentadores de la versión española eran cuatro chavales, casi salidos de la misma infancia. Tres de ellos tuvieron sus tardes de gloria, y tras la emisión de los programas no se volvió a saber gran cosa de su vida. Pero había una cuarta chiquilla en liza, una madrileñita que allá por donde pasaba, no dejaba indiferentes ni a chicos, ni a grandes.
Se llamaba Sonia Martínez, nació un 23 de septiembre de 1963 y llegó a la pequeña pantalla casi de casualidad, pues aunque ya era una niña-prodigio, su talento iba más bien orientado al deporte, donde había llegado a ser subcampeona de natación de Castilla. Su entrada en TVE puede calificarse de triunfal, apareciendo enseguida en otros programas de los destinados a los chavales, como el “Dabadabadá”, e incluso con alguna brevísima intervención en “La Bola de Cristal” cuando el equipo de ese programa hizo una entrevista al de “3, 2, 1... ¡Contacto!”. No encajaba del todo en los cánones estéticos al uso, pero era una belleza impresionante, con sus característicos ricitos y su mirada de placidez, figura toda ella resaltada por la excelente condición física heredada de su etapa de deportista. Pero también tenía un cerebro muy inquieto y muy activo, por lo que enseguida se ganará las simpatías de cineastas o programadores de televisión ya fuera del ámbito de los programas para niños.
Sonia no quiere ser una “mujer-florero”, y rechaza la salida facilona de participar como “azafata” en el “Un, Dos, Tres” de Chicho. También rechaza pagar muchos peajes de los que se imponían a las mujeres para trepar rápido en el mundo del show-business, donde el derecho de pernada existía bajo unos nombres o bajo otros. Por ello, junto a los muchos admiradores, empiezan a surgir envidias y odios cainitas que a la larga se saldrán con la suya. Pero en este presente rutilante del Madrid que era una fiesta, Sonia sigue firme: no es una vicetiple ni una coristona de película del landismo, es una actriz. Pronto la llama Gonzalo Suárez para su primera película seria, “Epílogo”, de 1984. Seguirá la racha con “Violines y trompetas” de Rafael Romero Marchent y la serie televisiva “Segunda Enseñanza”, con guiones de Ana Diosdado (1986). También hará alguna incursión en el llamado “cine quinqui” con José Antonio de La Loma. No se cansa de experimentar. No se corta un pelo. Si tiene que decir a las claras que muchas gentes de la cosa audiovisual “no saben cantar, ni bailar [1]” lo dice, pues sabe de sobra que muchas de las actuaciones que se retransmiten son meros playbacks, pero como la gente todavía tiene una fe ciega en lo que sale de la pantalla, se los cree.
Se vuelve una habitual de los ecos de sociedad, unas veces en compañía de amores ciertos, otras de amores que le inventan los plumillas de turno. No se conforma con aprender idiomas en las academias al uso donde se enseñan cuatro frases al celtiberito medio para que supere las pruebas de selección de personal de las empresas, empresas donde muchas veces el contacto que va a tener con el extranjero va a ser nulo. En vez de eso, terapia de choque: en 1985 pasa varios meses en Nueva York, a donde se va a probar fortuna en las “teles” de la Gran Manzana, y de paso a dominar la lengua de Shakespeare como cumplimiento de una promesa que le hizo a su madre [2], fallecida poco antes. Ahí han empezado realmente muchos de los problemas de Sonia, pues cuando una madre muere prematuramente, sabido es que un hogar se fractura por todos los lados.
Parece superar estas primeras depresiones. La llaman de la televisión alemana ARD para intervenir en un capítulo de la serie “Grossstadtrevier”, así, con tres eses, palabro teutón traducible más o menos como “la comisaría de la gran ciudad” y bajo el que se esconde uno de los programas de más éxito en la zona de Hamburgo, pues en esa ciudad se ruedan casi todos los capítulos, como mucho después se rodarán los de “El Comisario” en los suburbios matritenses con Tito Valverde, Zutoia Alarcia, Pilar Punzano y compañía (nota curiosa, la serie alemana sigue rodándose hoy en día). Ese capítulo se rueda en 1986 en la isla de Ibiza, con Sonia como pareja detectivesca de la alemana Mareike Carriere [3], y estaba destinado a ser el definitivo despegue de una joven promesa española en tierras extranjeras, sin necesidad de haber sido “hija de” nadie, “esposa de” nadie ni “mantenida de” nadie.
Era demasiado para lo que podían soportar muchos mediocres del “establishment” artístico. España se dota en los años 80 de una corteza exterior de modernidad que en varios casos consigue calar mucho hacia el interior, pero que en otros es apenas eso, una corteza. Los usos y costumbres de la boina y de la sexualidad enfermiza siguen vigentes en los estratos geológicos más profundos, aunque ahora no se vean. Se respeta a una mujer bonita que no sea inteligente. Se respeta a una mujer inteligente que no sea bonita. Pero una mujer que reúna las dos condiciones y que lleve la iniciativa de su propia vida es vista enseguida como una afrenta, como un peligro a conjurar. Y vaya que si se conjuran para ponerle coto. Los hamburgueses conceden dos días de descanso a la troupe ibicenca de actores, y Sonia se dispone a descansar en una playa de la isla [4]. Como hacen millones de mujeres en miles de playas, en todos los países civilizados, en todos los países no sometidos a tiranías de burkas ni de mantillas, Sonia se aligera de ropa y muestra su preciosa anatomía a los cuatro vientos. Pero alguien acecha por la zona con un teleobjetivo. Nunca se sabrá si a la caza del famoso, sea quien sea, o alertado por algún chivatazo con instrucciones muy precisas.
Cuando el avión de Sonia aterriza de vuelta en Barajas, ya ha estallado el escándalo. A pesar de que las fotos han sido tomadas sin consentimiento de la fotografiada, han aparecido en una revista del sensacionalismo más heavy, de esas de carnaza neumática y bulos politiqueros. Empieza el linchamiento, empieza la cacería, empieza el “victim blaming”. Se rasgan las vestiduras en los sanedrines de Prado del Llorar: una mujer que presenta programas para niños no puede sacar una teta al aire, aunque sea en un lugar totalmente ajeno a esos programas. Se la expulsa sumariamente de TVE, donde compatibilizaba el programa “En la Naturaleza” -nuevamente la divulgación científica para los más jóvenes- con sus incursiones en el cine y en aventuras como la de la ARD. Ha empezado para Sonia el recorrido por una “Vía Dolorosa” de nada menos que ocho años.
Queda al descubierto la pantomima lampedusiana llevada a cabo en los años 70 y 80. Muchos españoles, tanto de los gobernantes como de los gobernados, han creído sinceramente en lo del “marco de convivencia y de libertades” a “nivel europeo”. Pero el Padre Vicente, aquel maestro que soportaba Sonia en sus primeros años de escuela y que predicaba contra las minifaldas, no se ha esfumado, ni mucho menos. Muchos como él han cambiado la sotana por la chupa de cuero, e igual que antes supieron integrarse perfectamente en el discurso de autarquías, montañas nevadas y sendas imperiales, ahora se acoplan como pueden en el bipartidismo, en las autonomías y en el tratado de adhesión a las Comunidades Europeas. La cosa llega hasta el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, y la Comisión de Control Parlamentario de RTVE refleja, en el acta de su sesión celebrada el 3 de octubre de 1986, una pregunta realizada por el diputado Javier Rojo -rojo de apellido y de ideas- a José María Calviño, director del “Ente”. Javier Rojo, representando una inquietud que compartía mucha gente a nivel de la calle, como intuyendo que expulsar a esta persona de una televisión que se estaba ganando una reputación de “progre” iba a ser un error descomunal, inquiere a Calviño sobre las razones del despido. Calviño diluye la cosa en que todo ha sido una “tormenta de verano” y en problemas puramente laborales. Primera batalla: Sonia pone un pleito a TVE. David contra Goliath. David vence ese primer asalto, pero por poco tiempo.
Es readmitida por la puerta grande en TVE, pero el propio Goliath está dividido en su interior: en los pasillos de Prado del Llorar se prepara otro movimiento involucionista de dimensiones todavía más grandes. Es 1987 y Sonia ha sido elegida para presentar uno de los espacios estrella de TVE. No es otro que “La Bola de Cristal”, en el que la habían entrevistado unos años antes [5]. Sonia es la segunda presidenta-electa de la “República Electrovoltaica de Tetrodia”, en el peculiar léxico de los “Electroduendes” del mítico programa, y va a sustituir a la popular Olvido Gara, “Alaska”, en esa labor. Parece que los problemas han acabado, pero no es así. En 1986 habían sonado las trompetas del Comité Olímpico Internacional, y ahora tocaba que España celebrara los Juegos de 1992, para dar una imagen de país serio y respetable. Tan serio y tan respetable que hay que quitar de enmedio el espíritu transgresor y de efervescencia social venido en el periodo 1982-1986, empezando por la propia “Bola de Cristal”. El programa es suprimido en 1988 [6], nuevamente por gente que se suponía que estaba del lado de la modernidad, y si se llegó a grabar algún capítulo con Sonia de presentadora, desde luego no se llegó a emitir.
Vuelve la ñoñería a la programación televisiva de los niños, y a la de los mayores. Vuelve el didactismo machacón para los primeros y entran en escena los “culebrones” para los segundos. En 1989 se acaba el monopolio de RTVE y aparecen las televisiones privadas. “¡Libertad!” exclama toda la sociedad al unísono. “Por fin cada uno podrá ver lo que le dé la gana”, vuelven a exclamar ingenuos la plebe y los patricios. El resultado, pues más o menos como el que se producirá años después con la llegada de la TDT: salvo honrosas excepciones, emisoras privadas con poca mentalidad de empresa duradera y mucha de negocio rápido a costa de lo que sea, y emisoras públicas que para competir en audiencia con los advenedizos, tienen que bajar el listón y ceder al populismo. Vuelta al humor grueso de Esteso y Pajares, exhibición a escala industrial de anatomías femeninas a todas horas, dejando el incidente de Sonia en una cosa casi anecdótica. Y a todo esto... ¿Dónde está Sonia?
Un fantasma recorre Madrid, el del holocausto generacional. Es el holocausto de la heroína. Como el otro holocausto, deja miles de cadáveres o de zombis desfigurados por las calles. Como el otro holocausto, tiene por responsables últimos a criminales de alto copete que en muchos casos nunca serán atrapados por la Ley, y terminarán sus días en Marbella rodeados de fastos. A los españoles nos encantaba pasar de un extremo a otro, y de los años de prohibiciones absurdas se quiso pasar en dos días al “todo vale” y a la desinformación, circunstancia que fue aprovechada por el narcotráfico para embaucar en su trampa mortal a miles de personas. Sucumbió una generación entera de gente, precisamente la que estaba destinada a haber hecho de los 80 una década todavía más prodigiosa que la de los 60.
Por el parque del Planetario, por la Plaza de España, deambula una zombi más. En sus ojos todavía se ve de vez en cuando una mirada de paz, recuerdo de instantes de hace tres años que para ella parecen ya de hace tres siglos. La gran resistencia física que adquirió en sus años de duros entrenamientos es ahora, paradójicamente, una tortura, pues alarga su agonía en vez de dejarla fulminada en alguna estación del Suburbano camino del descanso pacífico del RIP. La supuesta “libertad” que han traído las nuevas televisiones es ahora un peligro más del que huye, pues el sensacionalismo cutre de las revistas del “cuore” se ha contagiado del papel a la pantalla y ha sido adoptado como línea editorial por muchos de los “profesionales de la información”.
Una fuga sin fin. Ofrecimiento de millones de pesetas por parte de más demagogos para que cuente sus miserias ante el micrófono o ante la libreta. “Niños, no os metáis en la droga o acabaréis como ella”, se dice por todas partes (en cambio a Maradona se le sigue considerando un héroe internacional). Millones de pesetas que luego se acaban llevando nuevos pícaros, de catadura moral peor todavía que la de los narcos: Lucien Engelmayer, apodado “El patriarca”, ha timado a miles de franceses con supuestos “tratamientos de desintoxicación” que no son otra cosa que pretextos para tener a los zombis arando el campo en las fincas-prisión de su organización. Cuando los jueces franceses indagan en las palizas, torturas y violaciones, y concluyen que esta es una secta destructiva tan peligrosa o más que la propia droga, Engelmayer se viene a España a arruinar más vidas. Fuga sin fin. Sonia se escapa de uno de los campos de Engelmayer y consigue volver a Madrid. Fuga sin fin. Los proxenetas descubren que todavía conserva algo de belleza aprovechable, y se impone la ley de la jungla, perdón, la de la oferta y la demanda. Fuga sin fin. Fuga sin fin...
Entre todos la mataron, y ella sola se murió. El 4 de septiembre de 1994 Sonia volvió a ser libre, ahora ya para toda la eternidad. En su última etapa consiguió normalizar su vida dentro de lo posible, pudo ver los primeros andares por el mundo de su hija, y hacer alguna última mini-intervención en alguna película, pero su salud ya estaba minada irremisiblemente. Queden para la historia de esta Villa y Corte algunos hombres buenos, vacunados contra los dogmatismos, que no miraron para otro lado, ni participaron del circo que cuatro espabilados montaron para satisfacer el morbo de marujonas y marujones -el cotilleo no distingue de sexos- con el hundimiento moral de nuestra protagonista, ni se lavaron las manos echando la culpa de todo el problema a la droga, cuando esa culpa era compartida, como hemos visto, con otros socavadores de la condición humana como la envidia o la hipocresía. Quede para el recuerdo el músico José María Cano, uno de los que la ofrecieron ayuda, pero en serio. Quede también el periodista Martín Prieto, autor de un durísimo pero valiente artículo en sus “Cartas a Mujeres” [7].
Madrid, verano de 2010. Se habla estos meses de la demolición de las instalaciones de Prado del Rey para llevarse la “Tele” a edificios más “racionalizados”. Dicen que es por culpa de la crisis económica, como hasta hace no mucho se decía que la culpa de todos los males era de la gripe A, o de los pollos que hacían subir el IPC, pero que quieren que les diga, más que una demolición, yo creo que va a ser un desagravio.
El dibujo que ilustra el artículo es también obra del autor.
Las fotografías se han extraído de la web http://gudea.blogspot.com/2007/11/sonia-martnez.html con permiso de su propietario.
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Comentarios
La llegue a conocer aunque de pasada y siempre me pareció una chica bastante inteligente. Lo del atractivo se veÃa a la legua. Gracias por el ártÃculo, que por desgracia, representa a una buena parte de una generación. Como bien escribe el autor, la falta de información y lo más garrulo de nuestra sociedad, junto a la gente sin escrúpulos, ayudaron lo suyo a que mucha gente acabase como Sonia. Por desgracia, la vi bastantes veces en su via cruces final. Una auténtica pena.
nunca habia visto una pelicula suya pero hoy vi el rollo de septiembre y su cara tenia algo, algo que me hizo querer saber mas sobre ella... y cuando voy a buscar informacion para ver que fue de su vida me encuentro con esto... una lastima sentida. DEP.
Da gusto leer artÃculos con tanta calidad en la forma y en el fondo. TodavÃa recuerdo en la tele, de niño ( soy del 69) , esa mirada de placidez.. Un beso fuerte a Sonia donde este y un abrazo a su familia
Un gran articulo. Me ha impresionado mucho el analisis de la sociedad espaniola (yo, nacida en el 70) y de la hipocresia tremenda de esas revistas horrendas como el Interviu, o de la supuesta modernidad de los 80, y su relacion con esta historia tan triste de Sonia Martinez. Muy interesante y conmovedor, gracias!
Las personas con sensibilidad y amor como era Sonia son muy sensibles a las canalladas a las que la vida les pone a prueba.
Mientras que para los poderosos las personas seamos un simple número, ocurrirán desgracias como la de esta persona maravillosa que lo único que repartió por el mundo fue mucho amor en forma de una sonrisa interminable.
La belleza muere joven, la inocencia se marchita pronto, pero en sus recuerdos son más intensas y más embriagadoras cuanto más breves y fugaces han sido sus tránsitos por este mundo sensible!
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