Convento del Sacramento y Monumento a las víctimas del atentado a Alfonso XIII el día de su boda

El convento del Sacramento estaba en el número 7 de la calle de igual nombre. Fue fundado en 1615 por Cristóbal Gómez de Sandoval, duque de Uceda y valido de Felipe III, muy próximo a su propio palacio, el ocupado hoy por Capitanía General y el Consejo de Estado. Para ello cedió unas casas de su propiedad y, siendo devoto como era de San Bernardo de Claraval, lo destinó a monjas cistercienses descalzas, más conocidas como bernardas.

Entre 1671 y 1744 se construyó adosado al convento la iglesia del Sacramento, obra de Bartolomé Hurtado, Pedro de Ribera y Francisco Esteban [1] . Un pasadizo unía la tribuna del coro del templo con el propio palacio del duque. El templo fue cedido por el Arzobispado de Madrid al Ministerio de Defensa quien lo destinó a Catedral castrense.

Inicialmente comenzó con seis monjas y fue concebido para un total de cuarenta y una religiosas. Además, el duque «dotó al monasterio de tres casas de la parroquia de Santa María, más tres mil ducados de renta y todo lo necesario para el mantenimiento (...). A la hora de su muerte, el patrono aplicó a las monjas la encomienda de Indias que le concedió Felipe III, con otras disposiciones de su testamento».  [2] El duque fue enterrado en la iglesia.

Las monjas pasaron un periodo de extremada pobreza porque los testamentarios del duque no cumplieron con lo dispuesto en el testamento del duque. Gracias a la intervención de la reina gobernadora María Ana de Austria así como una nueva administración, comenzó la construcción de un nuevo edificio para las monjas. La Guerra Civil dejó semiderruido el monasterio del que se salvó «un hermoso jardín (...) los restos de un cenador y una fontana» [3]. En los años cuarenta se reconstruyó el convento de las bernardas.

En los años sesenta las monjas dejaron el convento que fue derribado en 1972 y en su lugar los arquitectos Alfonso Güemes Cobos y Joaquín Díez Resines construyeron en 1976 un edificio de viviendas así como otros de uso municipal [4].

Como recuerdo del convento queda sin embargo un pequeño jardín denominado “huerto de las monjas”, un remanso de paz poco conocido por los madrileños por su escondido acceso. Sin embargo, cuando al arquitecto Joaquín Roldán Pascual se le encargó la construcción del edificio de viviendas en el solar del derribado convento, encontró el “huerto” totalmente irreconocible ya que se había construido en su solar una nave industrial por lo que «había sido despojado con el paso del tiempo de todas las huellas originales de su identidad, salvo media docena escasa de árboles, milagrosamente supervivientes»[5] .

Roldán Pascual, a través de las únicas trazas documentales existentes, rehízo  «los caminos con un pavimento de idéntica calidad y diseño en las calles peatonales, en variante de color rojo cerámica, tratando los encintados en sardinel de ladrillo» , reintegró[6] los setos dispuestos como en los antiguos parterres y plantó nuevos árboles frutales. Se colocaron bancos y en la semiglorieta central una bella farola que procedía de la Puerta del Sol.

Entre árboles frutales y parterres de hiedra y boj se puede disfrutar de sombra en los días calurosos con el sonido de fondo del agua de una pequeña fuente.  Como señala Roldán Pascual encargado de la reforma y remodelación del antiguo huerto del monacal, diseñó un brocal de ladrillo «en homenaje a la inimaginable humildad de la fuente o del pozo desaparecidos. Su fondo e interior se revistieron de azulejo sevillano, y, en su centro, rodeado de plantas acuáticas, tomó pacífica posesión un delicado grupo escultórico compuesto por cuatro ángeles barrocos, en torno a un alegre surtidor, provenientes –vía almacén- de una fuente que los duques de Montellano tuvieron en los jardines de su Palacio, en el Paseo de la Castellana, hoy desaparecido» [7]. La fuente procede inicialmente de la finca El Castañar que el citado duque de Montellano tenía en la localidad toledana de Cuerva, quien la hizo trasladar a Madrid con destino a su jardín del palacete de la Castellana [8].

El huerto fue calificado como de «suelo privado de uso público» y es así cómo los madrileños pueden disfrutar de un pequeño remanso de paz en pleno casco antiguo. Al otro lado de la pared del fondo está adosada la famosa fuente de la plaza de la Cruz verde, por donde sobresalía el antiguo convento de las monjas bernardas.

 

 

El 31 de mayo de 1906 Madrid se engalanó para un acontecimiento muy importante: se casaba el rey Alfonso XIII con doña Victoria Eugenia de Battenberg, la nieta preferida de la reina Victoria de Inglaterra. La boda se celebró en la iglesia de los Jerónimos. El cortejo real regresaba por la calle Mayor hacia el Palacio Real, el anarquista Mateo del Morral arrojó una bomba oculta en un ramo de flores desde una altura de dieciocho metros. Eran las dos menos cuarto de la tarde. En apenas unos segundos la carroza real quedó salpicada de cristales y el vestido de novia de la reina, ensangrentado. El cochero resultó herido y uno caballo muerto.

El rey, con sangre fría, reaccionó de inmediato y condujo a la reina a otra carroza en la que se dirigieron al Palacio Real “despacio, muy despacio” como le indicó al cochero. Al llegar a la residencia real comenta que «son gajes del oficio». Como consecuencia del atentado resultaron veintiocho muertos y más de cien heridos entre la comitiva de diecinueve carrozas reales y veintidós de los grandes de España. El día más feliz de los reyes terminó en una tragedia.

En honor a las víctimas este trágico hecho, a iniciativa de la duquesa de la Conquista, se construyó un monumento en 1908 realizado por el escultor Aniceto Marinas siguiendo un proyecto del arquitecto Enrique María Repullés y Vargas. Estaba formado por tres columnas agrupadas que representaban al pueblo, el ejército y la aristocracia. En las aristas formadas por las intersecciones de las columnas, las tres clases ascendían simbolizadas por guirnaldas de flores hasta los pies de la imagen de la Virgen del Amor Hermoso, que representaba el día en que ocurrió el atentado. El monumento fue derribado durante la Segunda República.

En 1949 se convocó un concurso para la realización de un nuevo monumento. El primer premio lo obtuvo Santiago Otalba Hernández. El proyecto medía 8,5 metros de altura y estaba rematado por una cruz de granito oscuro y adornos de bronce. Debajo de ella se situaron dos ángeles que sostenían las armas reales y una imagen de la Inmaculada Concepción.

El proyecto no se llevó a cabo y, en 1963, se inauguró el actual, realizado por el escultor Federico Coullaut Valera, siendo mucho más modesto que el anterior. Consta de un simple monolito en donde se ha situado un ángel de bronce sobre un pedestal de piedra [9].

 

Fuentes consultadas

 
  • Arquitectura de Madrid. Casco Histórico. COAM. 2003.
  • Velasco Zazo, Antonio. Recintos sagrados de Madrid. 1951.
  • Roldán Pascual, Joaquín. “Palacio O’Reilly. Reestructuración de un edificio. Calle del Sacramento nº 3”, Madrid. De la Restauración singular a la rehabilitación integrada. Ministerio de Obras Públicas. 1983.
  • Martínez Carbajo, Agustín Francisco y García Gutiérrez, Pedro Francisco. Fuentes de Madrid. Arte e Historia. Ediciones La Librería. 2009.
  • Gajate García, José María. La obra escultórica de Lorenzo y Federico Coullant-Valera, en Madrid. Safel Ediciones. 1997.

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Autor del artículo

Isabel Gea

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