Luz Casal: Lo mejor de toda una época
Tiempos revueltos los del sector celtibérico de cultura y espectáculos de los primeros años del presente milenio. Un petimetre, pasando por un cursillito o por un “reality-show” de “talentos”, puede ser lanzado al estrellato y ganar, no ya el cuarto de hora de fama que le prometiera Warhol, sino semanas y semanas en el candelero. Igual que en nuestros días la televisión se dedica a parir camadas múltiples de presuntos cocineros, la moda inmediatamente anterior permitía a cualquiera crearse un currículum de cantante o de músico transoceánico dispuesto para comerse la vida con patatas. Como ya anticipara Sabina, luego fue la vida la que se merendó a muchos de estos advenedizos, pero hoy vamos a hablar del otro lado del espejo, de la clase de artistas que brillaron en la década de 1980 y mantuvieron la integridad profesional y moral en medio del maremágnum de banalidades, reggaetones y sacralizaciones del índice de audiencia que vinieron después.
No es Casal la única luz que brilla en este núcleo de supervivientes de los 80, pero sí seguramente la de mayor magnitud por muchas circunstancias que vamos a intentar resumir de aquí en adelante.
Entre el Iso y el Tambre
María de la Luz Casal Paz nació un 11 de noviembre de 1958 en la pequeña aldea de Andabao, concejo de Boimorto, provincia de La Coruña. A orillas del río Iso, y no lejos del Tambre. Todavía hoy en muchos periódicos y televisiones dudan a la hora de decir si es una hija de Galicia o de Asturias cuando hablan de ella, pues aunque gallega de nacimiento, es asturiana de infancia y adolescencia, dado que a los pocos meses de haber venido al mundo, sus dos padres se trasladaron a Avilés. Por este doble origen es por lo que también hay cronistas que la creen emparentada con Tino Casal, polifacético artista que también despuntó en los años 80 del siglo XX y que sí era asturiano de nacimiento. Pero Luz y Tino, aunque comparten apellido, no tienen antepasados comunes, lo que no impida que la confusión reaparezca de vez en cuando.
Avilés
“Era la ciudad más contaminada de España y eso no era calidad de vida. Vale que daba puestos de trabajo, pero... Los cambios que hubo han sido para mejor. Y eso lo agradezco, Avilés tiene que ver con mi pasado, aquí está la vida que ha formado esta personalidad que tengo”. (LUZ CASAL. Entrevista concedida al diario La Nueva España, 24 de junio de 2011)
Avilés acoge por entonces muchas familias de concejos cercanos para alimentar la gran maquinaria-Leviatán del carbón y del acero. La prosperidad que traen las fábricas no hace olvidar a la familia Casal-Paz que se está saliendo de una época muy complicada. Al lado de donde viven se desploma un conjunto de viviendas por fallos en su construcción. Pero no todo son sirenas ni chimeneas grises. En el colegio Paula Frassinetti, de la Congregación de las Hermanas de Santa Dorotea (popularmente “Las Doroteas”) Luz hace sus primeras amistades y deja ver su afinidad por el mundo de la música, aunque también despuntan en ella otras aficiones, como el montañismo.
Los primeros diez años de vida de Luz discurren en una época de enormes cambios en todo el mundo, de cuyas rentas todavía seguimos viviendo en varios temas en 2015, y que poco a poco se fueron acercando a nuestras provincias del norte. La formación musical de tipo clásico, aun siendo minoritaria en una España pobre, no está tan abandonada como lo será en décadas posteriores por los nuevos ricos. Las personas que combinen esta herencia de siglos, como los estudios de ballet y piano que cursa Luz, con el rock & roll -que va llegando poco a poco por la radio o por los discos que traen los marinos- adquirirán una suma de conocimientos que será de una potencia demoledora en el futuro. Es entonces cuando se forja uno de los elementos fundamentales de la carrera musical de Luz Casal: el eclecticismo, la mezcla de influencias y estéticas, la no adscripción pura a ninguno de los grandes rebaños culturales.
Preparando el salto al otro lado de Pajares
Por las Asturias y provincias vecinas de los años 70 se mueve una pequeña banda de rock llamada Los Fannys donde Luz Casal es una vocalista casi recién salida de la niñez. Tienen como influencia a grupos como el trío británico América. Pero poco a poco la llamada de Madrid va siendo demasiado grande. En la capital de un reino supercentralizado es donde se puede abrir uno oportunidades en serio. En 1977 ya se auguran nuevos tiempos para la Villa y Corte. La apertura política de la Transición. La irrupción de artistas e intelectuales exiliados de un país que ha seguido el proceso contrario (Argentina). Hay que cruzar como sea el puerto de Pajares y bajar a Madrid.
Un Madrid en ebullición
Los comienzos, como los de tantos nuevos madrileños que la urbe recibe en sus estaciones, no son fáciles. Pero la chica no se deja derrotar fácilmente. Graba una maqueta, La guapa, que permanecerá desconocida hasta que en tiempos recientes el gran archivo que son los foros de la página web Luz Casal la ha sacado del olvido. Consigue encontrar una puerta trasera por la que colarse en la gran fiesta del “show-business”, y es como corista de Juan Pardo, otro artista gallego (aunque “le nacieron” en Mallorca, como a Clarín en Zamora) y otro artista difícil de catalogar en un estilo concreto, pues ha pertenecido a una de las bandas pioneras del rock en español, Los Pekenikes, y luego ha sido letrista para cantantes de lo más diverso, desde folklóricas andaluzas a rockeros y melódicos.
Mundo muchas veces desconocido este de las voces auxiliares. Suelen ser minusvaloradas, y la propia palabra “corista” era despectiva en la España de la primera mitad del siglo XX, como herencia de algunos espectáculos de baja estofa en los que se las seleccionaba más por su aspecto físico que por sus cualidades vocales, pero son ellas muchas veces las que consiguen dar una firma o sello característico a la voz principal a la que acompañan. Leonard Cohen las ha tenido formidables, por poner un ejemplo.
Juan Pardo dirigió en la primavera de 1978 el musical “Las Divinas”, en el que se homenajeaba a las cupletistas de los años 20, y en él se produjo una de las rarísimas apariciones de Luz Casal en un espectáculo teatral. Luz interpretaba el papel de Raquel Meller, personaje real que vivió entre 1888 y 1962, y que fue una de las primeras celebridades de talla mundial exportadas por España [1]. “Las Divinas” fue representado en el Teatro Reina Victoria.
En 1980 consigue publicar su primer disco “serio”, un sencillo llamado “El Ascensor” en el que aparecía como LuZZ, con dos “zetas”. El tema, de cierto corte jamaicano, fue publicado por la Philips, pero la relación entre la cantante y la discográfica no fue fructífera, pues al parecer la compañía intentaba imponerle no solo su camino artístico, sino la estética con la que debía aparecer en escena, a medio camino entre Barbarella y Jane la de Tarzán. Un año más tarde, en 1981, se producen dos hechos que terminan por encauzar su vida definitivamente: Por un lado, ficha por la discográfica Zafiro, que le permite unas libertades mucho mayores, y por otro acaba tomando contacto con el grupo madrileño de rock urbano Leño y su carismático cantante Rosendo Mercado, que desde entonces será uno de sus compañeros de viaje inseparables.
Los LP de Zafiro
Los discos de esta época se inician con Luz, (1982) y se caracterizan, entre otras cosas, por la participación como productor de Carlos Narea, uno de los técnicos-empresarios-improvisadores que hicieron posible el cambio de costumbres de la sociedad española desde las folkloradas repetitivas de décadas pasadas a los grandes espectáculos de rock en directo.
Destacaban temas como “Ciudad sin ley” y “No aguanto más”, de sonidos hasta entonces inéditos en el panorama musical español. Una canción de amor, “Eres tú”, se diferenciaba del resto y vislumbraba una versatilidad que un par de años más tarde se fortalecería con la aparición de su segundo disco, “Los ojos del gato”. Cortes como “Detrás de tu mirada” y “Tengo bastante” pronto hicieron preguntarse a muchos por aquella mujer que había conseguido conquistar una marcada individualidad en un género que aceptaba todavía con reticencias a las mujeres, no digamos ya solistas. Luz desplegaba su carácter sorteando el victimismo y creciéndose ante adversidades, retos y prejuicios.
(ALBERTO GÓMEZ ALMENDRES, biografía de Luz Casal publicada en la página web oficial de la artista, consultada en el verano de 2015)
De la era Zafiro son las giras con Miguel Ríos y Leño, que recorren toda la geografía nacional y que afianzarán el mutuo feedback artístico entre la cantante y Rosendo Mercado. Hay una tendencia en los LP de estos años a ponerles números: Luz III (1985) y sucesivos, aunque el cuarto (1987) será bautizado como Quiéreme aunque te duela por el título de uno de sus temas más conocidos, que fue radiado por infinidad de emisoras. Otro colaborador de Luz Casal en esos años es Antonio Vega, cuyo tema Una décima de segundo es muy recordado con la voz del propio Vega, pero del que también hay una versión de Luz en el tercer álbum
Se hacen ver también en compañía de la gallega Carmen Santonja y Gloria Van Aersen, es decir, el dúo Vainica Doble, que en los años 70 supuso todo un revulsivo de aire fresco para la creación del pop español tal y como lo conocemos hoy. Si de Abraham se dice que fue padre de muchos pueblos y religiones, estas dos innovadoras mujeres fueron las madres o madrinas artísticas de muchos solistas y bandas. La última superviviente del dúo, Gloria, falleció en el otoño de 2015 y Luz fue una de las primeras personas en manifestar sus condolencias públicamente. Al igual que Rosendo Mercado, las Vainica Doble fueron dos de las creadoras que mejor supieron exprimir la riqueza del idioma castellano para poner letra a canciones que hoy forman parte de la banda sonora de nuestro país.
Boom internacional con Hispavox
El siguiente LP de Luz Casal se publicó en el año 1989 y mantenía la tradición de los números romanos, pues salió al mercado como Luz V. Sin embargo, la compañía que lo editó ya no fue Zafiro sino Hispavox, la que habría de lanzar a la astur-galaica residente en Madrid definitivamente a la fama internacional. Al excelente equipo de colaboradores que siempre ha rodeado a Luz Casal se van sumando a finales de los años 80 el extremeño Paco Trinidad, miembro de Los Esclarecidos, el onubense Pablo Sycet, que es letrista y a la vez pintor, o el colombiano Jesús Alfredo Merchán, habitual también de Annie Lennox.
Luz V contiene una de las canciones canónicas de Luz, No me importa nada, demostración palmaria de que es una vocalista (y cada vez más, compositora de algunos temas) de raíces teóricamente rockeras, pero capaz de atreverse con boleros, rancheras o lo que le echen.
Para el cambio de década, los franceses la empiezan a considerar una voz de culto. En octubre de 1990 participó en el multitudinario concierto al que se convocó en Santiago de Chile para celebrar la restauración del régimen democrático en aquel país tras los años de plomo a que lo había sometido el general Pinochet, y en 1991 apareció el siguiente LP de la etapa Hispavox, A contraluz, en el que se inicia otra de las tendencias futuras de Luz Casal, cual es la de no limitarse a cantar o componer temas modernos, sino hacer de vez en cuando de “arqueóloga” para llevar al público moderno canciones que alcanzaron el éxito en tiempos remotos y que habían quedado olvidadas. En A contraluz tenemos dos de estas canciones, Piensa en mí, bolero del mexicano Agustín Lara, el que cantó como nadie a la ciudad de Madrid cuando todavía no la había pisado, y Un año de amor, de la italiana Mina. Estas dos canciones fueron además, re-popularizadas por incluirse en el film Tacones Lejanos, de Pedro Almodóvar, uno de los históricos de la ya agonizante Movida madrileña.
-Llegó a Madrid en los ochenta, ¿cómo es posible que no se le incluya en las memorias de la Movida?
-Para eso había que ir todos los días a los mismos sitios y con la misma gente. Además, yo era rockera y los rockeros eran setentones, a pesar del exitazo de Leño. Siempre me ha costado formar parte de pandillas por mi carácter. Me crié en una familia apartada de todo. Mis padres y yo solos. Y necesito que haya un cacho de mi vida que no esté controlado por nada. Ni por mí.
(LUZ CASAL, entevista concedida al suplemento S-moda del diario El País, 7 de febrero de 2015.)
Cronológicamente, Luz Casal tiene una trayectoria coincidente con la de la Movida, e incluso otros periodistas sí la incluyen dentro de este entramado sociocultural (que fue muy amplio y no afectó solamente a la música), aunque más bien habría que considerarla como un verso suelto, o como integrante (junto con Rosendo) de algún tipo de movida paralela. Desde luego, conforme fueron entrando en el calendario los primeros años de la década de 1990, la mayor parte de los músicos estrella de los 80 se fueron retirando, o bajando de calidad, y la Movida quedó reducida a cenizas, pero Luz supo evolucionar, y lejos de perder nivel, sus trabajos fueron adquiriendo una calidad artística enorme.
La aparición de su voz en un film de Almodóvar, por entonces el cineasta más internacional de nuestra industria, y la progresiva mejora de la calidad de sus discos, podrían haber llevado a Luz a una fase de endiosamiento y de aislamiento de la realidad similar a la que sufrió la norteamericana Whitney Houston tras su paso por la película El Guardaespaldas, endiosamiento que la acabó llevando a una espiral de malas compañías y hábitos que arruinaron su vida en lo personal y en lo artístico. Sin embargo, el gran espaldarazo internacional que supuso en general la etapa Hispavox no alteró gran cosa el carácter de Luz, que supo afrontar su ascenso a la fama con una madurez increíble. Son unos años, además, en que el fin del monopolio de Televisión Española, la pelea a muerte por las audiencias y la implantación de cadenas de TV creadas bajo evidentes pautas berlusconianas, cuando no de satrapías caribeñas, hacen aumentar en los españoles el gusto por el morbo y por el hurgar en la intimidad de los famosos, a lo que se prestan gustosos buena parte de los propios famosos y personajes públicos. Sin embargo, Luz Casal es de las poquísimas celebridades españolas que desde el principio dice “no” a todo eso y se mantiene al margen del barriobajerismo y del cutrerío.
Rebajándose a participar en determinados programas de televisión podría haber aumentado en alto grado las ventas de sus discos, pero ella eligió la calidad. Ya tiene un público muy fiel de algunos centenares de miles de personas, y no quiere arriesgarse más. Y mucho menos haciendo el payaso como tantas otras divas (y divos) que montan un verdadero negocio-bis paralelo al de la música vendiendo sus intimidades por las pantallas. Se sabe que mantiene desde esos años una relación con el locutor de radio malagueño Francisco Pérez-Bryan, que vive en La Piovera y que tiene un gato. Pero no se sabe nada más. Luz es consciente de que debe crear en torno a su vida personal grandes muros protectores, y mientras tanto va preparando otro de sus discos clave, que aparecerá en 1995.
Un posible cénit
Si pretendemos analizar en bloque la totalidad de discos que va publicando Luz con los años, es muy difícil poder decir “este es el mejor LP” o “esta es la mejor canción aislada”, pues como hemos visto, hay material totalmente heterogéneo, procedente tanto de ella como de otros músicos del pasado y del presente. Habrá temas que a algunos les parezcan obras maestras y a otros letrillas del montón. Aun así, podemos decir que si no el cénit absoluto, uno de los puntos álgidos de la carrera de Luz Casal es Como la flor prometida, el proyecto del 95. Lo usual en los trabajos anteriores era un tiempo de dos años para preparar cada disco, y este requirió cuatro. Eso se nota en el nivel de elaboración de las canciones, e incluso del diseño de la portada e ilustraciones del vinilo, cassette o CD. Es también un cénit en el aspecto de que se trata del último trabajo aparecido en la época de predominio absoluto de los soportes físicos para la música. A partir de entonces el cassette se extinguirá casi por completo, los vinilos se convertirán en objetos para coleccionistas o para usos muy minoritarios, y el CD, aun siendo el medio que ha alcanzado más calidad de grabación, enseguida tendrá que coexistir con Internet y las nuevas formas de distribución, que en sus primeros años son una jungla bastante anárquica. El disco es también un cénit en el aspecto en que quizá entre este año y el del siguiente LP es cuando Luz alcanza su plenitud física. Es una preciosidad de mujer, rozando la cuarentena, y sabe explotar ese aspecto, pero con elegancia, lejos de las exageraciones a las que la querían someter los primeros ejecutivos de la industria que pusieron los ojos en ella una quincena de años atrás.
Una verdadera maravilla de melancolía es Entre mis recuerdos, tema que le sirve para recordar a su padre, que acaba de fallecer. Vengo del norte podría ser perfectamente adoptada como canción institucional de Galicia y de los pueblos cantábricos en general, pues si los asturianos se dejaron de solemnidades y tomaron como himno suyo un tema popular conocido de todos, más de un país de los grandes estaría orgulloso de poder ser representado por este de 1995. Otros dos extractos del LP que alcanzaron fama instantánea son Lo eres todo y Besaré el suelo, pero muchas de las perlas del disco son en realidad las canciones “pequeñas”. Las podemos llamar “pequeñas” porque no fueron tan promocionadas en las radiofórmulas al uso como las otras, pero vistas con una veintena de años de distancia se puede apreciar su valor. Dormir puede considerarse como un tema experimental, y País es un trallazo de pensamiento escéptico frente al optimismo disparatado que se vivía, con elementos cuasi-proféticos. Recordemos que este disco aparece en la resaca de los fastos de 1992, cuando casi todo el paisanaje ibérico, desde el currito de a pie hasta alcaldes y gobernadores diversos se empiezan a creer que viven en una superpotencia mundial: de la boina a la grabadora de DVDs en una generación. Si Sevilla ha tenido su AVE, Málaga quiere el suyo. Si Barcelona ha tenido sus Juegos Olímpicos, Sevilla y Madrid quieren otros. A los ingenieros les llueven peticiones de que diseñen recintos feriales, estadios, autopistas, rotondas, muchas rotondas, rotondas por todas partes, rotondas con arbolitos, rotondas con obeliscos en honor de no se sabe qué… Todo eso tiene una cara B de la que no íbamos a ser conscientes del todo hasta mucho más tarde.
PAÍS
Mi país, mi nación
que va de la euforia a la desilusión
a sus hijos trata sin compasión.
Olvidar, ocultar
comedias y dramas, todo acaba igual
sólo cambia el tipo de titular.
Me piden, no me dan
sólo me mienten,
Recuerda: este lugar es diferente.
País entre sombra y luz
sí es, no es.
Que olvida con prontitud
Lo que fue.
Un burdel, un cuartel
también paraíso y territorio fiel
aquí todo parece lo que no es.
Me piden, no me dan
sólo me mienten,
Recuerda: este lugar es diferente.
País entre sombra y luz
si es, no es.
Breve paso por el cine y un tiempo de maduración
En 1996 Luz Casal empezó a preparar su aparición como actriz en una película del director portugués Rui Goulart. El film se tituló Lisboa – Los Ángeles, sin destino[2], y fue estrenado en el año 1998. Se quedó en eso, en un experimento breve como el de su paso por el Teatro Reina Victoria veinte años antes. Tras la enorme difusión que tuvo Como la flor prometida, el siguiente disco requirió también de bastantes años de preparación, en los que tan solo aparecieron algunos discos recopilatorios tanto para España como para el extranjero. La ansiedad de los fans se calmó finalmente en el invierno 1999-2000 con la aparición de Un mar de confianza, que es el último disco de Luz publicado por la Hispavox original, y que puede considerarse como un reverso del LP de 1995 elaborado con la misma meticulosidad, pero con una temática y una cadencia mucho más serena. De él destacan Mi confianza, canción que fue ampliamente difundida en la radio, Inesperadamente y Aquí estoy bien. Es un trabajo que aparece ya en plena crisis del modelo discográfico de soportes físicos, con la piratería en sus años álgidos, pero sigue habiendo un amplísimo número de consumidores legales de la música de Luz Casal. También muchos espectadores que acuden a sus conciertos, como el que ofrece en el Palacio de los Deportes de Madrid, el edificio original, el de 1960, antes de su incendio, demolición parcial y posterior reconstrucción.
Reencontrando el ritmo
Hispavox desaparece como compañía discográfica propia de España, y Luz pasa a alistarse en las mesnadas de la EMI. Por entonces, aun manteniendo la calidad de los años 90, atraviesa una etapa de optimismo que la hace volver a su primitiva frecuencia de un disco cada dos años, pues el de 1999 la ha hecho encontrar su sitio aun en una etapa tan confusa. Ya no es “una cantante de los años 80 que sigue haciendo cosas” sino una cantante de muchas épocas y con admiradores nacidos en al menos dos generaciones distintas. Canta a la alegría y a la tristeza, a la amistad, al amor y al desamor, canta para pasar el rato o para hacer reflexiones profundas. Aparece en la portada de la edición nacional de Rolling Stone, la siguen llamando no ya de España, Francia y Portugal, sino de cada vez más países. Uno de los músicos que la acompañan en esta nueva andadura es Chris Barron, del grupo neoyorquino Spin Doctors.
Con otra mirada es el primero de estos discos. Se publica en el año 2002 y en él encontramos una macedonia de ingredientes muy diversos, desde A veces un cielo, que recuerda mucho a su etapa ochentera, a Ni tú ni yo, en la mejor línea de Como la flor prometida. Otra canción, Dame un beso, alcanza gran fama en Hispanoamérica, y en cuanto el lector explore un poco el disco, seguro que va encontrando otras más que le transmitan sentimientos especiales.
Sencilla alegría, publicado en 2004, es el segundo disco de esta etapa prolífica. Cuenta con la canción y videoclip de igual nombre y con Un día brillará, que ha conseguido convertir en uno de sus temas estrella de los tiempos más recientes. Pero el extracto más impresionante es Negra sombra, con letra escrita a finales del siglo XIX nada menos que por Rosalía de Castro y con música de Xoan Montes Capón (1840-1899). Esta canción ha sido popularizada con los años por multitud de voces, pero la de Luz Casal se adaptó tan bien a la idiosincrasia del tema que desde 2004 puede decirse que ha quedado como la versión “estándar” de Negra Sombra, y como todo un icono de la galaicidad. Fue incluida en la banda sonora de la película Mar Adentro, de Alejandro Amenábar, estrenada ese mismo año 2004, con lo que Luz puede presumir de haber puesto voz a obras de las dos grandes “vacas sagradas” del cine español de las últimas décadas, Almodóvar y Amenábar.
Otra canción que alcanzó cierta fama fue Ecos, dedicada a las víctimas de la masacre terrorista del 11 de marzo de aquel año, que dejó casi dos centenares de cadáveres e innumerables heridos en varios puntos del sureste de Madrid.
La gran prueba
Cuanto más bella es la vida, más feroces sus zarpazos.
(LUZ CASAL. Besaré el suelo (1995))
Hasta el año 2007 la carrera artística de Luz Casal ya había sido de por sí modélica. Ha conseguido colocar varios millones de discos en los hogares de España, las ex-colonias de España, Francia y una pléyade de lugares. Discos originales, pues las copias piratas en CD o en formato de ficheros informáticos alegales o ilegales serán imposibles de cuantificar. Ha vuelto a colaborar con Rosendo Mercado en el disco Siempre hay una historia, grabado en la antigua Prisión Provincial de Carabanchel, luego demolida y convertida en un solar al que en 2015 todavía no se encontrará uso. Aparece su voz en películas de cineastas consagrados o en pequeños proyectos de animación como El bosque animado (2001)[3]. Y todo eso haciendo gala de una sensatez y discreción absolutas. Cuando surge la ocasión de una entrevista, comenta un poco la actualidad del momento, pero pasa por completo de convertirse en mujer-anuncio de ninguna causa y de sus preferencias religiosas, políticas o futbolísticas conocemos solo pinceladas muy dispersas. Un antepasado suyo fue un represaliado de la dictadura, pero ella se niega a convertirse por ello en una profesional del victimismo, como han hecho tantos otros de casi todos los colores del espectro parlamentario. Apoya causas a favor del empoderamiento de la mujer, pero pasa de ser una ultrafeminista chillona. Para 2007, Luz Casal era por todo ello una de las mejores embajadoras culturales de que disponían España (en general) y sus tierras del noroeste (en particular) ante el exterior. Marca Asturias, Marca Galicia y Marca España muchos años antes de que se empezara a armar alboroto y cacareo con esas palabras.
A principios de 2007 Luz fue operada de un tumor maligno en uno de sus pechos. La noticia fue de enorme impacto para sus seguidores de toda la vida, pero también para la sociedad en general. No era la primera estrella del rock en sufrir, y sobrevivir, a una experiencia similar, ahí tenemos el caso de la norteamericana Anastacia, o de Marie Fredriksson, la cantante del grupo sueco Roxette, que quedó muy afectada durante unos años por un tumor cerebral, pero el caso de Luz fue muy especial. En países del ámbito nórdico o anglosajón tenían algunos años de ventaja en el tramiento social y mediático de este tipo de asuntos, pero en España el cáncer seguía siendo una enfermedad tabú. Cuando una persona era alcanzada por el mal, la propia familia dictaba una verdadera ley del silencio y buscaba veinte mil subterfugios para ocultarlo, y decían que su pariente tenía una hepatitis, o una neumonía, o un virus especialmente combativo. Si el desdichado o desdichada conseguía sobrevivir, desataba a su paso todo tipo de comentarios y rumores, especialmente en los pueblos pequeños, como si acabara de pasar por la calle un alienígena. Si por el contrario moría, los allegados (o la prensa, si el difunto era conocido) decían “ha muerto de larga y penosa enfermedad”. Parecía como si la víctima fuera culpable de su propio mal, y así estaban las cosas hasta que se hizo la luz sobre las tinieblas, y hubo un personaje público que se atrevió a llamar al pan, pan, y al cáncer, cáncer.
A Luz Casal le debemos más éxito para desestigmatizar las enfermedades cancerosas que a cualquier campaña de ministerio o consejería de Sanidad alguna. Su paso por la gran prueba lo afrontó con una voluntad de acero, lejos por un lado del aldeanismo arriba citado de tapar el problema en lugar de combatirlo, y lejos por otro de la sobreexposición mediática con la que alguna otra celebridad de esos años había obtenido buenas portadas en el papel couché con sus entradas y salidas del hospital. De la experiencia de aquellos meses surgió el descubrimiento de una inexplorada faceta como ilustradora, y un nuevo disco, Vida tóxica, en el que estuvo arropada por históricos como Luis Auserón y Carlos Goñi.
En el Teatro Albéniz
Desde entonces Luz ha dedicado buena parte de su tiempo, aun desde su discreción habitual, a patrocinar o dar visibilidad mediática a organizaciones de lucha contra el cáncer. A beneficio de dos de estas organizaciones, la AECC y el GEICAM, ofreció un par de conciertos en Madrid los días 18 y 19 de octubre de 2008, en el teatro Albéniz de la céntrica calle de la Paz. Estos conciertos tuvieron un gran éxito de público, y en ellos fue especialmente emotivo el cierre a cargo de una banda de gaiteros interpretando Vengo del Norte.
Aquella actuación del 19 de octubre de 2008 fue prácticamente el carpetazo final a la vida del Albéniz, pues el teatro prolongó su existencia durante un par de meses más de manera muy lánguida y fue finalmente clausurado y tapiado. Había sido puesto en funcionamiento en 1945, y desde 1985 pertenecía a la Comunidad de Madrid, que lo sustituyó en 2009 por sus nuevos Teatros del Canal, situados en el solar de un antiguo parque de vehículos y maquinaria del Canal de Isabel II, de ahí su nombre.
Actividad frenética
En el año 2009 Luz Casal fue condecorada en Francia, país por el que ya se mueve como Pedro por su casa, con la Medalla de la Orden de las Artes y las Letras. Por entonces también publicó La pasión, disco en el que ya en su actuación del Albéniz avisó de que estaba trabajando. Se trata de recuperar su labor de arqueóloga musical, regresando a la época de Piensa en mí con un homenaje a la música hispanoamericana de mediados del siglo XX, y el álbum está compuesto de doce canciones de Argentina, Ecuador, Chile, Puerto Rico, Panamá y México que interpreta desde la emoción y el respeto, no actualizando los temas, sino recreando el ambiente en el que fueron concebidos[4]. Es un trabajo que encandilará, por ejemplo, a los seguidores del programa nocturno de Radio Nacional La pachanga. Y a los no expertos les descubrirá la existencia de una “música latina” muy anterior en el tiempo, y muy superior en calidad, a los subproductos que nos llegan bajo esa etiqueta desde los años 90. La pasión apareció bajo el subsello Blue Note Records, sección de la EMI especializada en blues y jazz, pero que también ha cobijado, por ejemplo, a Suzanne Vega desde su salida de A&M Records hasta que montó su propia discográfica.
Ya en 2012 surge la nueva iniciativa de Luz Casal para rendir homenaje a la tierra que la vio nacer. Es el Festival de la Luz, que se celebrará a partir de ese año en Boimorto, con lo que el pequeño y hasta entonces casi desconocido municipio gallego encuentra un lugar en los mapas y en los calendarios. Este festival no tiene una línea musical definida. En él recalan cada año artistas consagrados y primerizos, oficialistas y alternativos, gallegos y foráneos. Y siempre con carácter de apoyo a causas sociales, como el Banco de Alimentos o la mejora del medio rural. Aparte de la obra discográfica, este será sin duda uno de los grandes testamentos que la artista dejará para la posteridad.
Los tiempos más recientes de la vida de Luz Casal discurren desde hace unos años con una actividad frenética. En un programa de la televisión china para celebrar la llegada del año nuevo, se calculan en 700 millones los espectadores que la pudieron contemplar, dadas las enormes dimensiones que tiene todo en este megapaís asiático. Soporta estoicamente las nuevas acometidas de la salud, y las entrevistas de algunos presentadores con poco tacto.
El -hasta la fecha- último disco de Luz Casal es de hace dos años. Es un trabajo singular que ha aparecido con el nombre de Almas gemelas en España y como Alma en su edición internacional. La edición nacional está compuesta por diez canciones en español y la internacional por otras siete en lenguas francesa, portuguesa e italiana. Hay también una edición especial que suma el repertorio de las dos. Almas gemelas ha tenido un hit inmediato, como ha sido Por qué no vuelves, amor, y se ha publicado bajo el sello Warner.
Que nos siga acompañando muchos años más.
Bibliografía
- BONET, Magda y CASAL, Luz. Mi memoria es agua. Ediciones B, Barcelona, 2006.
- GÓMEZ ALMENDRES, Alberto, biografía de Luz Casal publicada en la página web oficial de la artista, consultada en el verano de 2015.
- QUINTANA, José Luis. Luz. Ediciones La Máscara, Valencia, 1996.
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